«Entonces le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las
manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: “Dejadlos, no
impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de
los cielos”. Les impuso las manos y se marchó de allí.»
Mateo 19, 13-15
En su Audiencia
General del 8 de abril de 2015, el Papa Francisco habla de las “historias
de pasión” que hoy viven mucho de nuestros niños: abandono, rechazo, pobreza e,
incluso, marcados como “un error”. Pero yo diría que hay mucho más: su maltrato,
explotación y tráfico, como si se tratase de una mercancía con la cual lucrar,
una arma con la cual atacar o un escudo con el cual protegerse.
En 1959, La Asamblea
General de la ONU adoptó la Declaración de los Derechos del Niño en la que
se establecen sus derechos a la protección, la educación, la atención
sanitaria, la vivienda y a una nutrición adecuada. Yo añadiría a esta lista el
desarrollo sustentable y sostenible, inclusión social a niños con capacidades
diferentes y la no discriminación por ninguna causa o motivo, la libertad de
expresar sus ideas e inquietudes y ser escuchados, entre otros.
Los escandalosos abusos sexuales
de los niños tanto en ciertos círculos religiosos como políticos, deberían, en
mi opinión, de considerarse como crímenes de lesa humanidad.
Pero qué significa “…de los que
son como ellos es el reino de los cielos.”
Un niño no se define tan sólo por su edad, sino por su infinita capacidad de alegría y de asombro.
Recuerdo
una ocasión cuando una de mis nietas vio por primera vez una manada de bueyes
cebúes. Mi esposa la cargaba en sus piernas, dentro del coche, cuando los
animales eran llevados por el pastor. La niña comenzó a gritarles al tiempo que
sacaba su manita por la ventanilla como queriendo alcanzarlos para tocarlos. Realmente
ella estaba asombrada. Y nosotros nos asombramos por ello.
Mi asombro por el asombro que
experimentó la niña, me condujo a un sentimiento que hacía mucho tiempo no había
vivido; me sentí como un niño, otra vez: descubriendo el mundo y descubriéndose
a sí mismo. Tal vez a esto se refería Jesucristo con aquella frase.
Quien ha perdido su capacidad de
asombro ha perdido su inocencia, y no será capaz de experimentar lo que Él
llama “el reino de los cielos”.
Quien ha tenido la increíble
experiencia de ver crecer a un infante, criarlo, cuidarlo, alimentarlo y educarlo,
como yo, estará de acuerdo que uno se ve reflejado en él, para bien o para mal.
Los niños son nuestro presente que
se reflejará en el futuro. Tal vez, deberíamos preguntarnos qué generaciones futuras
vamos a legarle a este mundo en lugar de preguntarnos qué mundo le dejaremos a
las generaciones futuras.
Al tiempo.
PD: Hoy 30 de abril de 2021, mis
novelas “Un cuento de
tiranosaurios” y “El secreto
del dragón”, estarán disponibles gratis en formato ebook. No dejen de obsequiárselos
a un niño o a una niña.