Hace 38 años me anunciaron que sería papá. Un acontecimiento realmente increíble que me marcaría por el resto de mi vida.
Un torrente de emociones me
invadió en ese momento: desde la felicidad hasta el miedo. La tremenda
responsabilidad de criar, educar, mantener y formar a un ser humano me empujó a
cambiar mi conducta.
Meses después nació mi hija.
Adiós a las parrandas pero no a los desvelos. Estos últimos serían por otros
motivos; unos que le darían un sentido más profundo a mi existencia.
Muchas veces la arrullé, le canté, la alimenté y la vestí, jugamos incansables juegos (para ella), la llevé a la escuela y le transmití de la mejor manera que pude los valores que mis padres me inculcaron, alentando sus sueños de princesa encantada que, sin darse cuenta, ella realmente lo era.
Luego vino la adolescencia, con sus altas y sus bajas, que nos llevó a madurar a ambos. Ahora mi hijita ya es una mujer que me ha dado un nieto que, de alguna forma insondable, dicho acontecimiento me hizo sentir como aquel día, hace 38 años.
Ser padre es un don divino que
desgraciadamente muchos hombres no lo perciben de esta forma, lo que provoca
que muchos de nuestros hijos crezcan sin una guía, sin valores y con un futuro
incierto.
En algunas de mis novelas hago
hincapié en lo que, en mi opinión, debe ser el comportamiento de un padre, más
allá de ser un proveedor o un juez de su casa; del apoyo y protección,
soportado y alentado por un sólo sentimiento: el amor.
Como muchos saben, ser padre
no es sólo aquel que tiene un vínculo biológico con una persona o quien la engendró. Es mucho más
que eso.
Hace casi 18 años me casé con
una maravillosa mujer, madre de tres hijos; unos chiquillos hermosos. Desde el
día que los conocí los amé tanto como si fueran propios. El vínculo que formamos
no fue fundado por la biología sino por el amor. Una experiencia única
comparable con aquella que cuando nació mi hija.
Hace poco más de un año quedé
huérfano, otra vez: mi padre se fue de la misma forma que mi madre hacía tres
años atrás.
A mi padre lo recuerdo con un
enorme cariño; un hombre como muchos otros, con sus defectos y virtudes pero al
fin mi padre. Quisiera poder abrazarlo de nuevo; tener esas largas charlas de
todo y cualquier cosa que nos hacía identificarnos y compenetrarnos el uno con
el otro.
Algún día, quizás, podamos
encontrarnos de nuevo en otra vida o en otra dimensión, y llegado ese momento le
daré las gracias, una y mil veces más, por haberme dado la oportunidad de
experimentar la dicha de vivir.
¡Feliz día del padre!
Para festejarlo, mis novelas En defensa propia, Asedio y El último Holocausto estarán a precio de promoción los días 20, 21 y 22 de junio de 2021.